En las sociedades actuales, principalmente en las occidentales, la vejez parece ser sinónimo de obsoleto y el paso del tiempo se ha convertido en un perfecto TABÚ. Más allá de las creencias de cada uno, y que todos de algún modo temamos al paso del reloj biológicopor su vinculación natural a la muerte, vivimos el fenómeno de enaltecer a la juventud al punto de considerarla un valor en vez de una etapa.
El temor al paso del tiempo puede llegar a provocar en ciertas personalidades una alta sensación de ansiedad. No se trata únicamente del miedo a la ancianidad o a la enfermedad, sino más bien a esa dimensión incontrolable donde se tiene la sensación de que el tiempo pasa demasiado rápido, escapando a todo dominio e impidiendo hacer lo deseado. Este tipo de miedo en Psicología se llama Cronofobia. (Ver Cronofobia: Una fobia cada vez más frecuentey Crisis de la Mediana Edad)
Pero ¿qué es lo que nos pasa cuándo el tiempo pasa?
“La mayoría de las consultas tienen que ver con el temor a no sentirse queridas/os y útiles. A las mujeres en líneas generales nos afecta más el paso del tiempo porque vivimos en una sociedad machista en la que todo se nos perdona menos pero sería liviano encasillar este fenómeno en el universo femenino porque los hombres también lo sufren” asegura la Lic. en Psicología Social Y Psicodrama Lucrecia Ihitz.
“Con el paso del tiempo las personas sienten que se deprecia su valía y utilidad. Los disparadores pueden ser tan distintos como la historia de cada cual pero en todos los casos el principal origen está en valorarse sólo a través de la mirada del otro, en la falta de autoestima real. Hay una gran desconexión con los deseos propios y con aquello que verdaderamente los hace felices de un modo profundo, se está más pendiente de las expectativas de los otros que de las propias”.
Es indispensable reflexionar acerca del vínculo que tenemos con nosotros mismos, con nuestros deseos, con el rumbo significativo de nuestras vidas. Es menester comprender qué nos trae realmente bienestar personal, y si estamos o no siendo consecuentes en nuestro accionar con ese bienestar que buscamos y necesitamos. También es importante revisar el modo en que nos vinculamos con los otros, qué tan profundas son nuestras relaciones, qué valoramos y amamos de los otros. Pensemos un instante en nuestros padres, abuelos, amigos, parejas, hijos y focalicemos en el amor profundo que sentimos hacia ellos ¿qué hace que los amemos? detengámonos en lo verdadero de esas relaciones, en lo que nos conecta… El amar, el ser amado y el estar activo, trabajando por nuestros sueños y metas, muy poco tiene que ver con nuestro aspecto físico, con una arruga más o menos, pero sí con lo que damos y recibimos de corazón. (Ver también Psicodrama: Actuar lo que nos pasa y Nunca es tarde para aprender)
El paso del tiempo no debe ser un tabú, algo de lo que no se habla, necesita ser expresado y elaborado. Es imprescindible tomar consciencia que es absolutamente inevitable y vivirlo con aceptación y agradecimiento. La vida es cambio permanente en donde la pérdida y la ganancia son las caras de una misma moneda. Cada día que pasa es una maravillosa oportunidad de crecer en todos los sentidos y no se debe perder de vista que el tiempo está sencillamente en nosotros mismos para ello. “Con la llegada de la madurez vienen innumerables beneficios inmensamente gratificantes como la sabiduría de la experiencia, la solidez intelectual y emocional, el tiempo libre, la familia, los amigos... Hay tanta hermosura en cada etapa de la vida pero para poder verlo es necesario comprender y asumir el cambio y la finitud mediante un gran trabajo interno” concluye la Lic. Lucrecia Ihitz.